ES VEDRÀ Y LAS HIGUERAS
La magia de Ibiza y Formentera
Después de tantos años entre Ibiza y Formentera son muchas las historias, anécdotas y personajes que se cruzan y, al cabo de un tiempo, se entrecruzan de nuevo con nosotros por aquello que por costumbre solemos llamar azar y que confluyen en una única cosa: la magia que aún guardan estas islas.
Photography by @dosmares_ibiza
Text by Daniel Foraster
Muchos años antes de llegar a Formentera fue un excéntrico e inolvidable profesor de la facultad de filosofía quien primero nos habló de la isla de Es Vedrà y de las fuerzas telúricas que emanan de ella. También nos habló de Dali y de las líneas Hartmann, una malla magnética que cubre nuestro planeta y que en esta isla al sur de Ibiza tiene una fuerza comparable a muy pocos lugares en el mundo.
Sin duda la isla de Es Vedrà es un lugar especial. Una isla con dos caras, aquella que muestra imponente desde Ibiza, a unos pocos cientos de metros de la costa; y la otra que desde Formentera dibuja su silueta en el horizonte a continuación de Ibiza. Es fuente de inspiración de artistas, hogar de eremitas, enclave reivindicado por ufólogos y amantes del misterio…
Y fue en Es Cap de Barbària, en Formentera, donde nos encontramos hace ya muchos años a Hans, un alemán que era propietario de un garden center de la zona, quien nos habló de nuevo de las fuerzas magnéticas de la tierra. Nos contó que un payés le había explicado que las higueras son sensibles a las fuerzas de la tierra, que crecen mejor sobre cruces de agua, en zonas de especial magnetismo, y que es por este motivo por el que dan frutos tan dulces.
Hans nos habló también que ese viejo payés le había contado que Formentera es una isla a cuya tierra le falta hierro y que para plantarlas es mejor esperar a una noche de luna llena y, en el lugar en el que hemos cavado, hacer antes una hoguera en la que depositar todas las cosas de metal que encontremos, latas, clavos, tornillos… No sé si será verdad, pero nos gusta recordar esta historia.
A no mucha distancia del garden center de Hans, hay una aglomeración de casitas destartaladas que constituyen lo más parecido a una urbanización que un viejo payés y unos hippies pueden conformar. La Melrose place de Formentera, la llamaban. En el porche de la casa que preside la urbanización nos recibía siempre el propietario, repantigado de forma inverosímil en una banqueta diminuta, con un cigarro en la boca y un gruñido interpretable como un hola. Allí nos contaron los residentes que en las noches de verano se solía ver el fantasma de una anciana, tal vez una bruja, dirigiéndose a la higuera que se retuerce en la parte posterior de la finca.
No son pocas las higueras que se pueden ver a lo largo de la infinidad de caminos en Es Cap de Barbària, zona famosa por sus brujas y, casualmente, también por sus aguas subterráneas.
Y así, hilado entre vivencias, anécdotas y personajes es como llegamos desde hoy a través del tiempo a esa anciana mano arrugada de la tierra de estas islas, aún tendida bajo nosotros, para que la estrechemos y sintamos toda su magia.